lunes, 5 de abril de 2010

Pequeña historia, en medio del insomnio, la realidad y los estimulantes superficiales.

Ya no debo escuchar las voces que patean mis oídos
y rasguñan con
fuerza,
en un solo nombre,
las nubes Rojas tapan todo y nos inducen al

sueño, de reír o llorar,
porque los instantes se pegan en la

atmósfera de los bostezos, como un viejo errante,
ermitaño de
vocación, se enamoro de una Rosa,
jugaron al escondite en su primera
cita,
a él le toco contar debajo del duraznal amargo,
solo la risa
retumba con un eco tan melancólico,
dulce y penoso entre dientes de lo
que calla el viento,
su risa, cada vez mas distante y entrecortada

figuración de calamidad tras calamidad,
marchita la encontró,
plasmada en un rayo,
no supo llorar, porque él siempre fue un viejo
solitario,
eso pensaban los latidos de su corazón,
sin embargo la
primera invitación al invierno cayo en su nariz,
una cristalina gota
de lluvia que no uso muy bien el paracaídas,
suplanto lo que seria
lagrima por algo mas puro,
solo un lagrimal encontró por fin la paz y

él otro se cicatrizo en recuerdo a un viejo dolor.

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